San Agustín vivirá la crisis y caída del Imperio Romano producida desde el exterior por las invasiones bárbaras (los ataques y saqueos de los godos) y desde el Interior por la crisis económica, la política corrupta, la anarquía militar, los privilegios de los ricos y la falta de seguridad del pueblo llano consumido por los impuestos. El intervencionismo del estado es cada vez mayor.
La relación del cristianismo con el Imperio pasa por una etapa de persecuciones. Los cristianos no aceptan la religión oficial del Imperio ni el culto al Emperador y son culpados de todos los males que sufre Roma.
Las persecuciones de los cristianos acaban definitivamente en el año 313 el emperador Constantino I el Grande (272-337) pone fin a la persecución cristiana con el edicto de Milán y más tarde, buscando la unidad del imperio, convoca en 325 el Primer Concilio de Nicea: una reunión de obispos cristianos donde se acuerda el primer credo de la fe cristiana; y con ello se distinguen las creencias cristianas de las que más tarde serán “herejías”.
Constantino buscando la ayuda de la Iglesia nombra Constantinopla (Bizancio) capital del imperio Romano. Roma segue siendo pagana pero el cristianismo va ganando poco a poco importancia. En el año 380 d. C., el emperador Teodosio I, mediante el Edicto de Tesalónica, declara el Cristianismo religión oficial del imperio romano, instigando a los habitantes a ser cristianos. También en ese edicto legalizaba la necesidad de aceptar el dogma de la trinidad y prometía que los herejes serían castigados.
El año 395, tras la muerte del emperador Teodosio (395), el imperio queda dividido entre sus dos hijos: Arcadio, que gobernará el este, y Honorio, el oeste (cada vez más débil, hasta su caída en el 476). Pero el imperio está ya muy debilitado, y la crisis aumenta con las luchas entre diferentes culturas y los esfuerzos por conseguir el poder. Aprovechando esta situación el godo Alarico asedia Roma en el 410.
La caída de Roma tuvo gran influencia en el mundo entero e impulsa a San Agustín a escribir “Civitas Dei”: Los romanos responsabilizaron a los cristianos de la caída: eran culpables por negar a los antiguos dioses que habían llevado a Roma al florecimiento y de poner en su lugar al Dios cristiano.
El imperio de occidente desaparece para siempre en el 476 y la filosofía cristiana de San Agustín se convierte en una fuerza organizadora de la sociedad civil en los primeros siglos de la edad media.
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